martes, 12 de abril de 2011

INSTRUCCIONES PARA PERDER Y/O ENCONTAR LA RAZÓN

1.-Véase fijamente al espejo durante varios minutos.
2- Fije su vista en el interior de sus ojos y luego recorra lenta y minuciosamente los contornos de su rostro.
3.- Cante una canción, su favorita, mientras parpadea lo más rápido que pueda. Mientras tanto atraiga hacia usted el recuerdo más vivo y alegre que tenga de su infancia y péguelo a su memoria actual. Hecho ésto, contrapóngalo a la imagen que le devuelve el espejo.
4.-Piense en el ser amado, más específicamente en su amante, ya sea el de su pasado, su presente o el que sabe conocerá mañana, desnúdelo con la imaginación y comience a besarlo, ahora esa sensación péguela en el espejo. Recuerde, estamos haciendo un collage emocional y es importante recortar bien cada escena con su sensación completa.
5.- Tome consciencia de lo que está haciendo en este instante y sépase que ese amante y ese niño sólo estan presentes en la parte interna de sus párpados. Búsquelos y rebúsquese más adentro hasta tocarlos, o simplemente olvide el espejo y salga a buscarlos. Cualquiera que sea su elección, conserve la calma.

miércoles, 6 de abril de 2011

CRISIS IS OVER

NINA
5 p.m. Y no ha terminado ni las tres cuartas partes de sus actividades diarias.
Hasta hace tres meses, Nina tenía un novio.
5:05 p.m. Mientras viaja en el metro, lee a Samuel Beckett. Ella quiere ser actriz.
El cerebro se fragmenta como las horas: finanzas, pendientes, tareas escolares, teatro, el obsesivo hobbie de la literatura.
Lleva varias semanas sin pintarse las uñas. Ayer descubrió que también, sin mirarse al espejo. El tiempo la ha acorralado. Constantemente siente que está dentro de una gran aglomeración donde no puede mover ninguna extremidad, claro se dice ella, es sólo una metáfora.

S. LANDEROS
-No es necesario, repetir, jóvenes, lo que se debe hacer para acreditar esta materia-.
El profesor había repetido tantas veces frases como esa que su cerebro permanecía prendido siempre a media luz. Los tiempos donde la bombilla era deslumbrante no solo habían quedado sepultados entre el bajo sueldo y las preocupaciones domésticas, sino que ahora aunque intentara presionar el interruptor, la juventud a su alrededor opacaba el brillo alguna vez visible en ese cuerpo gris que ya no encaja con la nueva dinámica.

OMAR
La pulcritud de la oficina, el traje de casimir, el auto que grita los ceros de su costo, el departamento como salido de revista: el ajuar exacto de la buena vida. El deseo de despertar envidia. Su autor favorito: Maquiavelo.
No llegaba a los treinta y ya ocupaba uno de los puestos editoriales más poderosos en el medio. Se había casado dos veces, ambas se divorció. Las mujeres lo saquearon, decía. La primera vez era demasiado joven, la segunda, demasiado bueno: las mujeres gustan de los problemas, de los conflictos. Yo les doy bienestar, les doy demasiado, no aguantan.

DOÑA TERE
Hace veinte años, Doña Tere había dejado su pueblo: Teotitlán del Valle.
Sí, allá donde se hacen telas, dicen, las más bellas de México. Doña Tere dice que del mundo.
Ella es tejedora, eso nunca se olvida, por más que pasen los años, por más que ahora le pase la ciudad por encima, por más que su telar de cintura se este enmoheciendo en el cuarto de azotea. Desde hace veinte años se dedica a la limpieza. Actualmente a la limpieza profesional, así le llaman en la empresa de ufanadoras donde labora.
Tiene dos hijas, no saben coser, tampoco cocinar. Una de ellas se viste de negro, se maquilla los ojos y usa ropa de cuero o terciopelo, todo en color oscuro, sin importar el clima. Estudia preparatoria. La otra es secretaria bilingüe,estudia sistemas computacionales y se quiere ir al gabacho para hacer lana.
No les gustan los quehaceres de la casa, pero como mamá trabaja, no les queda de otra. Al papá ni lo conocen.




El metro abre sus puertas con un quejido agudo. Los empujones. Los sudores compartidos. La asfixia de la hora pico.
-Ahora si me voy a comprar un carrito con el aguinaldo- se dijo con fastidio para sus adentros.
Los últimos quince años se había repetido esa frase como si fuera un mantra. Los primeros se le fue todito en pañales y leche evaporada, después en campamentos escolares, santos reyes y hasta en el mentado Santa de los comerciales. Los otros, en necesidades que excluían festejos y vacaciones, ya las últimas ocasiones medicamentos para Laura, la esposa, con su certero dolor de espalda. También él consume analgésicos. No sabe muy bien la región del cuerpo que quiere adormecer, aún así, mitigan el dolor.
Landeros está convencido de que cada día el dinero rinde menos, la vida también. Debía pedir un préstamo y dejar de pensar para llegar temprano a la clase.
Nina llega con cinco minutos de retraso, Landeros hace una mueca, pero la deja pasar. Nina no se concentra, mientras el profesor pinta ecuaciones con gis blanco, ella repasa una y otra vez los gestos para su próxima puesta en escena.
-Mañana, chicos, integrales y cálculo diferencial, tomen nota, no lo voy a repetir, examen, el miércoles 17, entrega de calificaciones el dia 24...
Nina en clase, termina los reportes financieros para su jefe, hoy a las cuatro deben estar en su escritorio para que no haya problemas con Omarsito, le llama sarcásticamente. Lo detesta.
-Misógino de mierda- la última palabra brota de sus labios espontáneamente.
-Señorita, usted no respeta- Landeros suspira.

-¿Se le ofrece algo, licenciado?- pregunta Doña Tere, recogiendo colillas.
-No, gracias- responde Omar sin despegar la vista de la computadora, está escribiendo un mail.
Sabe que no obtendrá respuesta, pero cada día 20, le escribe a su madre radicada en Canadá desde los noventa. Ella cada 30 le devuelve una escueta cuartilla donde narra con aburrimiento acontecimientos políticos que a él no le interesan, termina con XOXO (besos) y nunca hace preguntas.
El quería ser pintor, sus padres lo apoyaron, una carrera muy cara, pero en la escuela dijeron no tenía talento. Sus novias en cambio alaban sus pinturas: en cada cita amorosa, él aspira varias líneas de costoso polvo, les resume la historia de sus trazos. Ellas lo esperan desnudas en la cama para callarle la boca. Al día siguiente la memoria se despinta.
Nina toca la puerta de la oficina principal. Lleva un folder verde en la mano derecha, en la otra, una taza de café.
-Ahí está mi pequeña favorita- dice Omar fingiendo la voz, poniendose en pie.
Ella sonríe, entrega los documentos. El acaricia “fortuitamente” el dorso de su mano. Ella reitera la sonrisa, reitera el asco.
Intercambian frases de estricto orden laboral con una carga tácita de sexo explícito. Ella bebe el café lo más rápido que puede, se está quemando la lengua, así no podré mentarle la madre, piensa.
Doña Tere toca nuevamente la puerta, olvidó una franela en la oficina. Apenada, pide permiso para recogerla. Nina encuentra el momento perfecto para escapar.
-Me urge trabajar de actriz, no tendría que soportar imbéciles como éste- se dice convencida.
Omar se queda pensando. Realmente le gusta esa mujer. Le gusta Nina. Ella si lo comprendería. Adivina en su nerviosísmo la reciprocidad del sentimiento. Ella, cómo es artista también, podría rellenar ese huequito, es lo único que le hace falta. Siente ganas, ganas de ella, ganas de todo. Se mete al baño, espejo en mano las sacia desde su nariz.


De Polanco a Santa Cruz Meyehualco, barrios opuestos dentro de la ciudad, transcurren dos horas en transporte público, huele a cansancio y torta de huevo, a soledad con moho y parejas pasando babas. Doña Tere va bordando. Aunque no le toque asiento y las varices se hagan las traviesas, ella borda caracoles, estrellas, rosas, por dentro, por fuera. No para de tararear los sones de su tierra, esos que con tanta sabiduría le enseñaron que ante los hechos, ya ni llorar es bueno. Sonriente, pasa con gracia los hilos anverso, reverso. La tela se transforma, el camino también. Ya casi llega.
La reciben sus hijas. La música en inglés invade la vivienda, parece que tanto tamborazo no cabe en un lugar tan pequeño y luego esas cosas que dicen, uno no sabe si se la están mentando. Ellas cantan con fluidez washa washeando, ¡cuánta cosa!, y ¡esas modas!, ¡madre santa!. Doña Tere les da la bendición, plancha dos docenas de ropa, le reza a su virgencita y luego se va a acostar.

-Cuatrocientos despidos de maestros se esperan para el próximo mes, informan en la televisión- el locutor ostenta una sonrisa casi imperceptible, pero constante, -se anuncian marchas y plantones. El sindicato más grande del país moviliza todas sus fuerzas para impedir la atrocidad.
-¡Ni un paso atrás!, ¡venceremos a la autoridad!- es la consigna que retumba por las grandes avenidas taponeadas por la manifestación.
Landeros no grita. Viste una playera con la fotografía del líder sindical. Lleva un banderín con símbolos de comunista. La política no es lo mío le dice a un “camarada”, lo mío, mío, son las matemáticas.
-!Ay!, esos chamacos, el examen, no yo creo que me regreso-.
-¿Y el aguinaldo compañero?, ¿a poco lo va a dejar perder?- le pregunta el profesor de geografía.
Landeros, sudando, alza la banderita. Alguien le pisa los talones.

Nina llega temprano a la oficina. El metro viene vacío. Las calles dejan al descubierto las imperfecciones que casi siempre se esconden bajo las llantas. Es día feriado. Las empresas privadas carecen de reglas burocráticas, son innecesarias: “ The time is the money”. Omar tiene un letrero doradito en la puerta de su oficina que le recuerda al personal el alto precio de los minutos. Algunos, como él, se dan el lujo de llegar tarde, pero eso se gana con trabajo.
Nina aprovecha la ausencia de su jefe para leer a Beckett, luego prende la computadora. Sigue leyendo, se le pasa rápido el tiempo, esperando a Godot. Alguien llega por detrás, (¿sera él?) le tapa los ojos con las manos (no, no es). Ella salta.
-No se asuste señorita-susurra Omar.
-Ay, licenciado, casi me muero-
-No me digas así, Nina, háblame de tú, eres especial, lo sabes, es más, hoy te invito a comer-
Nina no responde. Ve cómo se aleja dejando en el ambiente aroma de loción cara. Sí, lo caro, también huele.
Se queda a dos páginas del final. Cierra el libro. Se siente molesta. Prepara un café. En la cocineta, prende la televisión, no quiere seguir escuchando el eco de la palabra especial que no se le sale de la cabeza.
-El cuerpo especial de granaderos- ay no, otra vez la palabrita - reprimió a un grupo de maestros manifestantes a golpes y a chorros de agua. El saldo es de doce heridos y cincuenta y ocho detenidos, no se ha logrado acuerdo, sin embargo el líder convoca a seguir luchando en pos de los derechos...-
Mientras sirve azúcar sin calorías, Nina ve en pantalla el rostro amoratado y sangrante del profesor Landeros, lo llevan a una camioneta blanquiazul.
-Ay Dios, pobre profe, pero bueno, hoy no tendré clase, me voy a ir a ese casting-


Doña Tere no tuvo trabajo. Su empresa es muy considerada, respeta los días festivos. Se levanta una hora más tarde. Sus hijas también están en casa. Una de ellas, la de negro, no se quita los audífonos, casi no habla, la otra, habla mucho, pero sólo con las manos, teclee y teclee en la computadora, quién sabe cuántas cosas dirá con esos dedos. Le ha explicado varias veces a su mamá cómo conversa con un

montón de gente en esa pantalla en la que Doña Tere sólo ve letras y unas imágenes muy raras que no le interesa entender.
-¡Comadre!, ¡comadre!,¡abra la puerta¡, ¡niñas!, ¡rápido!, escucha del otro lado a la vecina alterada.
Salta de la cama, se pone las sandalias como puede, corre hacia la puerta. Las hijas parecen no haber escuchado, si lo hicieron reaccionan lento.
-¿Qué pasó vecinita?-
-Hay un operativo, vienen por droga, ya están revisando los departamentos de abajo, les pusieron de cabeza sus casas, se llevaron al hijo de mi cuñada, tenga cuidado comadre, saque su dinerito, las medallitas, lo que pueda-.
Doña Tere saca la caja de galletas Maria dónde guarda los ahorros. Toma a su virgencita, la de Juquila. Las niñas sacan la laptop y el reproductor de música, nada más.

Nina sale a la una, el casting es en el centro. Llegará en punto, calculó. Se maquilla en el trayecto. Descubre dos nuevos barritos, probablemente ya los tenía desde hace varios dias pero no los habia notado, los cubre con polvo. Se tapa los poros. Practica varias lineas.

-No hay derecho a fianza “camaradas”- espeta un abogado, primo del líder sindical- pero no se preocupen, ya se está buscando el diálogo, más tarde que temprano, nos vamos a hacer escuchar. Esta lucha, esta lucha está ganada. No tienen argumentos. Nosotros somos más, no pasarán-
Landeros golpeado, adolorido, con una fractura en el cráneo a medio curar, sentado dentro de los separos, ni escucha, ni piensa, ni le importa. Todo es blanco. Sus compañeros alzan los puños y bromean.

Omar recibe un mail de su madre, su padre ha muerto. No llora.
Los trámites, ceremonias y toda la pompa fúnebre se realizarán en México. No tendrá que trasladarse. No cómo la última vez que viajó 3900 kilómetros con la noticia de su ascenso en la boca a punto de reventar, y que se pudrió ahí. No hubo nadie que la escuchara. Hubo un sujeto portando el mismo apellido, las mismas cejas arqueadas, los mismos movimientos sútiles para denotar desprecio, movimientos que conocía a la perfección.Hubo un sujeto que estrechó su mano, evitó sus ojos y dió media vuelta sin decir una palabra.
Recuerda la cita con Nina para comer. Llama al restaurante francés que está a dos cuadras. Reserva.
-La mejor mesa- recalca con tono afectado.
Entra al baño. Aspira. Se moja la cara. Se eleva. Se perfuma. Se corrige la corbata. Prefiere cambiarla, saca del pequeño clóset una de firma italiana, muy fina, con bordados mexicanos hechos a mano, es más apropiada.

-¿De quién es esta porquería?- pregunta un agente, combatiente de las drogas, mostrando una bolsita de marihuana a las mujeres de la unidad habitacional- mejor me dicen, o me las chingo a todas parejo.
Nadie hablaba, nadie lo veía, las miradas se mecían entre el suelo y las botas del hombre.
-Ah, jijo, recuerda Doña Tere. La había guardado para las varices, allá en el pueblo se prepara ese ungüento para las reumas, qué cómo calma los dolores. Estaba en el cuartito de azotea, ya ni se acordaba. No le queda remedio. No sabe mentir. No puede callar, menos con la virgencita en sus manos.
Se la llevan a jalones. Destrozaron el telar, lo pisotearon. Doña Tere alcanza a pedirle a sus hijas vayan al edificio dónde limpia, hablen con el licenciado Omar; él tiene reteharta lana y buen corazón (lo supone).
-Si no le digo a él, en la empresa me van a dejar entambada- ya no sabía si lo dijo o sólo lo pensó.
Se va rezando en voz alta.

-Quiero ver tus perfiles: izquierdo, derecho, de frente, sin suéter ,¿sabes qué? también voy a
necesitar uno en ropa interior, porque mi proyecto, corazón, tal vez requiera de un desnudo, claro muy artístico, todo profesional, tu entiendes ,¿verdad?- el autonombrado director de acento extranjero solicita enérgico a Nina. El flash la aturde más a cada clic.
En la habitación vacía, de no ser por un espejo y otras dos chicas sin expresión, Nina espera la oportunidad de ejecutar la pequeña rutina que lleva practicando por meses. Nunca llega.
Tras una hora de disparos plateados hacia su cuerpo semidesnudo, el regordete director le pide número de teléfono y correo electrónico, luego le deja en la mejilla un beso húmedo y un caliente chao muy cerca del lóbulo.
Nina sale con nauseas, con llanto en la garganta, con ira en los pies, a velocidades de fuga. Ansía bañarse, piensa en Godot, en Omar. Se restriega una y otra vez la mejilla con la manga del suéter. No logra arrancarse la saliva que le había traspasado el maquillaje, que le había perforado la piel.
Llega a la oficina bañada en llanto, bañada en sudor, recuerda la cita con Omar, es tarde, muy tarde.

-”Camaradas”, les tengo noticias- vociferó alegre el abogado de la sección sindical- por la tarde los vamos a liberar, van a ser solamente siete, siete salarios mínimos y ya estamos fuera, un triunfo, un triunfo para nuestro benemérita organización de trabajadores leales y conscientes de la causa. ¡La causa no muere compañeros!, ¡la lucha sigue!, ¡la lucha sigue y sigue...!
Seis horas más tarde, Landeros saca un boleto del metro, todo arrugado, el último, había pensado hace unos días.
-Voy a comprar diez de una vez, para toda la semana-

Desde su cubículo Nina espía. Omar está encerrado desde hace media hora con una joven (para ella desconocida) vestida de terciopelo negro con detalles morados y botas de charol. Siente curiosidad, ganas de hablar con su jefe. Ya no le parece repugnante. Quiere abrazarlo.
Por fin... La joven de negro guarda algo en su bolso de encaje y sale de la oficina con la cabeza gacha, no sin antes lanzarle una mirada retadora, Nina la ignora.

-Aquí está jefa, ya la van a dejar libre, mamacita, pero le van a quedar antecedentes me dijeron, además ya dos de las vecinas de arriba nos gritaron “pinches viejas narcos” y hasta nacas nos dijeron en la tiendita, yo de plano no sé que hacer-
-Ay, mija, pues rezar- Doña Tere suspira tras las rejas, en la delegación. Recuerda su pueblo, esos caminos largos, pero bien largos que llevan a un solo lugar. Piensa en la iglesia, en el panteón, en su telar. Ya no tiene telar, pero sigue siendo tejedora. Podría, tendría que regresar a Teotitlán, al fin allá arriba se está más cerquita de Dios. Ojalá cuando llegara, todavía se siguiera hablando español, es lo único que le preocupa.

Landeros en el camino a casa, solo, vendado, apestoso, con paso lento, fija la vista en los escaparates de Reforma. Venden mucho lujo. Los colores de la mercancía son más atractivos que los de un jardín. Todo es de plástico, metal o algún otro material que no es indispensable para el cuerpo. El olor a nuevo atrae a los compradores como el de una rica comida casera. Sobre una vitrina de cristal alcanza a leer: ¡OFERTAS!, letras muy rojas, como labios pintados en una boca con mal aliento. Aprieta el paso, le entró hambre.



Nina toca la puerta de la oficina de Omar, el letrerito dorado se desprende, le cae sobre un pie. Ella suelta una palabra indebida en ese recinto. Se desencadena el llanto, otra vez.
Omar, pálido,sudoroso, la recibe con un abrazo.
-No importa, pequeña, no importa, ¿qué fue lo que pasó?- la envuelve en comprensión.
Ella balbucea la historia entre lágrimas y mocos. En dos minutos ha resumido la debacle.
-Degenerados, hijos de puta, esos artistillas de cuarta, ¿tú que tienes que estar haciendo en esos lugares,
preciosa?, adictos de mierda-.
-Gracias Omar, discúlpame. Nina se libera del abrazo. Omar lo prolonga. Su semblante está totalmente descompuesto.
-Yo te voy a cuidar, si tu te dejas-
-Omar, estás sangrando, tu nariz. A Nina, sobre el hombro derecho le ha quedado una gran mancha roja.
El se palpa, verifica la camisa, en la corbata se mezclan gotas con magueyes. Se desploma. Empieza la convulsión.
Nina, con los labios resecos llama una ambulancia.
Se hinca. Le detiene la cabeza. Le cuida la vida. Se aferra.
El tiquitear de los minutos sincopa una mélodía sin notas. Llena la partitura en blanco.
-Señorita, la crisis ha pasado- dice un paramédico después de la máscarilla de oxígeno y la inyección-
al despertar, vendrá lo peor.
Lo besa. Algo en ella quiere quedarse, fundirse ahí, en esa parte del cuerpo que no tiene nombre.
Ve su reloj de pulsera. Se le ha hecho tarde. Le gustaría tener más tiempo.